domingo, 13 de octubre de 2013

Guiso de manitas de cerdo con patatas




Mi padre decía que del cerdo estaban buenos hasta los andares, cuando eres pequeña no te imaginas que unos pasos tengan buen sabor, pero él hacía que probásemos todo. Al menos una vez al año, celebrábamos el ritual de la matanza del cerdo. Ese día era un a fiesta para los niños de la casa, hermanas, primas y primos colaborábamos (o interrumpíamos) en las diversas tareas que conllevaba el ritual.
El primer día era “el día de la cebolla”, ya que para la preparación de diversos embutidos se necesitaba en grandes cantidades sobre todo para hacer morcilla. Ese día lo vivíamos mal porque también mataban y despiezaban a nuestro cerdo, al que habíamos alimentado durante todo un año, además lo teníamos como mascota y jugábamos con el básicamente haciéndole perrerías, en una ocasión le dimos vino y se pasó todo el día durmiendo. Mi padre estaba muy preocupado, porque pensó que había enfermado. Menos mal que al día siguiente resucitó y ya solo corríamos detrás de él, le montábamos la gallina sobre su lomo, y el pobre se prestaba con nobleza a nuestros juegos.
El segundo día era el ritual de lavar las tripas de nuestro difunto amigo. El olor que desprendían los enjuagues era tan desagradable que a mí me daba náuseas. Lo bueno de ese día era el regalo, si nos regalaban un globo hecho de la vejiga del cerdo, por eso nos lo pasábamos bien porque era un globo difícil de romper, y cuando se rompía nos hacían una pandereta. La matanza se hacía en noviembre, así los embutidos adornaban después nuestra mesa en Nochebuena.
El guiso de patatas con manitas se hacían después de unos días, frescas, aunque al principio las enterraban en sal  en un cajón de madera.
Era uno de los platos favoritos de mi padre, y no permitía  que nadie las cocinara, era su momento para lucir su arte culinario.


INGREDIENTES
2 manos de cerdo
Patatas
Ajo
Perejil
Cebolla
Aceite
Sal
Laurel
Pimienta
Proceso de creación
Poner las patas a hervir, incorporar los ajos enteros, el perejil, una hoja de laurel, sal, cebolla cortada a trozos y un chorro de aceite. Dejar cocer. Cortar las patatas a rodajas y freírlas en aceite hasta que se doren. Incorporar al guiso, añadiendo a la vez la pimienta y el laurel, dar un último hervor y listas para servir.