Mi padre era cazador, un guerrero trasnochado que no
había encontrado descendencia que pudiera atesorar su arte. Pero elaboraba las
recetas de la carne como si acariciara a una doncella. Luego nos obligaba a
comerlo, como si dentro de cada bocado nos transmitiera un legado secreto que
debíamos aprender.
Yo no entendía muy bien
todo esto, me repugnaba ver a los animales desollados sobre la mesa, recuerdo
con desagrado el olor pegajoso que inundaba la cocina al desprender la piel de
la carne. Mi padre nos educaba como si formásemos parte de una tribu a golpe de
pan caliente. Eso nos facilitaba la ingesta. No relato esto como si de un trauma
se tratase, porque él lo cocinaba con la misma pasión que nos lo ofrecía. Tarde
mucho tiempo en comprender esto. El está presente en cada fórmula que
reproducimos y él nos enseñó.
Le
encantaba el conejo con tomate, fórmula que a continuación os desvelo
Ingredientes
1 conejo en
trozos
1 cebolla
1 diente de ajo
Orégano
Laurel
Sal
Aceite de oliva
1 kilo de tomate
troceado
2 cucharadas de
azúcar
Comino
Proceso de creación
Sazona el conejo
y rehógalo unos 5-10 minutos hasta que empiece a estar dorado a ser posible en una cazuela de barro. Añadir en ese
momento la cebolla picada en juliana y el ajo en taquitos. Cocinar 10 minutos
más.
Incorpora el
tomate, el azúcar, el orégano y el comino. Remueve todo para que se mezcle y
dejar a fuego lento otros 10 minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario